domingo, 26 de octubre de 2008

ANDRÉ CRUCHAGA

Oficio del jardín

Las flores ordenadas —tulipanes, junquillos, azaleas—
miran—como en altares hacia fuera—
por los cristales morados,
para ver a las estatuas…
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


De par en par, los jardines trasiegan el polen en respiraciones
De animados zumos; cada pétalo ahí libera sus ayunos y, en ese trance
Del destino suyo, la puerta de la imaginación en espeso viaje,
Se atreve a desnudar el olfato de las mariposas…
Desde la ventana veo en claves sutiles el cierzo que lo lame;
Luego cada hoja proclama las gotas de alegría sobre el sueño.
Claro que nadie se detiene frente a su calendario profético,
Ni a los veleros que el azúcar eleva a catedrales, ni al verde impecable
De la savia en la estación memoriosa de su oficio…
Claro de nadie ve en sus pétalos ese invierno de olores
Que sólo el olfato traduce en agenda del alma y en proteico aliento.
El sol pasa como vagones de ferrocarril: forma charcos amarillos
Sobre el juguete verde de las hojas…
¡Enorme el diván del viento sobre la alfombra de las buganvillas!

El jardín respira encumbrados pensamientos. Llena los papeles en blanco
Del horizonte y ahí escribe, sin cabildeos ni mítines, la armonía
De un mundo con ventanas para todos…
Ese debería ser un espacio estratégico para la libertad —esa libertad
Primera de descubrirse uno mismo en mundo de muchas ansiedades.
A menudo hay que hacerse niño para entender que no es el grito
El que va de la mano con la historia, pues si así fuera, habría una sensación
De terror convocando al miedo y no a la fantasía que tiene almacenes
Luminosos y girasoles de armonías disponibles para todos…

Para nosotros el planeta nace en cada flor. Es luz a nuestros ojos.
Cada vez que un colibrí desemboca en sus vitrales, fluye el hilo
Ceremonial del vuelo; la sinfonía del día está ahí respirando los colores.
Aunque, desde luego, no nos demos cuenta de sus inefables dedos,
Ni abramos los balcones de nuestra conciencia,
Más allá de la propia comarca en donde la razón tiene pócimas
De perplejidad y no de armoniosas cornisas donde la neblina
Disuelve las palabras…
Desde que me percaté del oficio de los jardines, el asombro, a menudo
Intrépido, es mi alimento. No hay jornada más gratificante,
Que el nahual perfumado de su latido…
Barataria, 25.X.2008
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André Cruchaga: Nació en Chalatenango (El Salvador), en 1957. Tiene una licenciatura en Ciencias de la Educación. Además de profesor de humanidades, ha desempeñado la función de docente en Educación Básica y Superior. Parte de su obra poética ha sido traducida al francés por Danièlle Trottier y Valèrie St-Germain. Estas últimas, los libros: “El fuego atrás de la ventana”/Le feu derrière la fenêtre (inédito) y “Viajar de la ceniza”. La poetisa Miren Eukene Lizeaga, por su parte, lo ha hecho con el libro “Oscuridad sin fecha” al Idioma vasco (Euskera); y poemas sueltos, al holandés por Michel Krott. Jurado de Poesía de la XVI Bienal Literaria "José Antonio Ramos Sucre", Venezuela, junio de 2007. Buena parte de su obra se encuentra publicada en diferentes revistas electrónicas y en papel de Argentina, Chile, España, Grecia, Estados Unidos, Canadá, Colombia, México, Perú, Italia, Holanda. Ha participado en diferentes eventos literarios en su país, así también ha recibido por su obra literaria varias distinciones. Entre sus libros editados podemos mencionar además: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996); “Roja vigilia” (1997) “Rumor de pájaros” (2002), “Oscuridad sin fecha” (2006); “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (México, 2008), entre otros.

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